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Adentro


El frío le pica. Los ríos largos la decepcionan. Encontrarse con pájaros escondidos la marea. El lugar donde está, donde siempre estuvo, le parece otro. Ya nada le hace cosquillas, menos las olas.


Sobredosis de experiencias para una sola vida, piensa la muchacha mientras se peina el cabello frente al espejo. En la cama el cuerpo de su hombre amaneció muerto ésta mañana.


Apresurado nada el pequeño pez corriente abajo. Escurriéndose entre las redes logra escapar. Otro día volviendo a casa sin comida, se lamenta avergonzado el viejo pescador.


Mil palabras desordenadas en mi mente sólo quieren decir una cosa. Mil palabras desordenadas en mi mente sólo quieren decir una cosa. Mil palabras desordenadas en mi mente.


Malena Pandra

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  Advertencia: todo lo abajo escrito es la verdad, parece... *** Así como hay quienes gustan de embarrarse, putearse, lesionarse corriendo tras una pelota, quienes atraviesan arroyos helados, sotobosque, cumbres, exponiéndose a fracturas, calambres y deshidratación para llegar a una meta, o quienes se sientan durante horas esperando que su oponente haga un movimiento, también existe por el amor al lápiz deslizándose sobre la hoja o el teclado marcándola, creando historias, contando, diciendo, un grupo literario en Villa La Angostura. Definir a Allan Verse es tan improbable como inútil. No puede decirse por ejemplo que se trata de un conjunto estable de participantes. Desde su origen incierto, por cierto, no ha sido otra cosa que un receptáculo de des-miembros aleatorios, ambulantes, inestables. Un cuerpo desmembrado. Ovillos de tendones, arterias, nervios. Se ha dicho ya que su nombre goza de ninguna inscripción en actas bautismales. Lo que deja su identidad gráfica a merced de c

El Día que Allan Verse se Subió a un Caballo (Escena 6)

Para cuando las ratas subieron al bote, el joven Allan estaba inconciente con media cara hundida en el agua arcillosa que juntaba el interior, eran tres los roedores, uno encaró la oreja izquierda del joven talento, por donde supieron entrar las mas complejas sinfonías de la época, que muy hábil supo descomponer en composiciones propias y las adulaciones más salvajes de inalcanzables doncellas, otra le hociqueó la cara y mordisqueó un pedazo de carne de un pómulo (se dice roer en verdad por eso son roedores), la tercera rata era la más curiosa, lo primero que hizo fue refregar el hocico bigotudo contra el miembro viril sobre la tela fina del traje que aun conservaba, porque esa noche Allan tuvo concierto, después de un movimiento fugaz se acercó a la boca y le mordió el labio, y la sangre que brotó pareció espantarla, una de las manos del joven escritor y compositor fue el destino final de la rata, quién diría que el triste deceso de su historia fuera ignorado por esa mano que dio vid

El Día que Allan Verse se Subió a un Caballo (Escena 3)

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