Ir al contenido principal

ENTREVISTA A VICENTE BATTISTA Por el Grupo Literario Alamberse & Amigos


el último fin de semana de marzo de este año, el escritor vicente battista visitó villa la angostura y bariloche, invitado por el grupo literario “Alamberse!”. en villa la angostura dictó un taller intensivo de narrativa, con el apoyo de la biblioteca popular “Osvaldo Bayer” y de la subsecretaría de cultura. En bariloche, dio una charla abierta y gratuita: “La escena del crimen y un enigma a resolver: ¿por qué la narrativa policial mantiene su inquietante vigencia?”. compartimos parte de la extensa charla con mantuvo con los talleristas en villa la angostura.

Diego Reis: -Estamos con el escritor Vicente Battista, coronando de algún modo este taller de Narrativa, que tuvo lugar en la Biblioteca Popular “Osvaldo Bayer” este fin de semana, este último fin de semana de Marzo, con los talleristas (gente que vino de Bariloche, de Dina Huapi, gente de Villa La Angostura, y del Alto Valle de Río Negro y Neuquén) y vamos a ver si rescatamos algunas semblanzas de lo que fue el taller, de lo que significó. En el año 2007 estuviste dictando un taller del Fondo Nacional de las Artes, en General Roca y en Bariloche y que varios de los talleristas hoy presentes estuvimos en aquél taller. Entonces, podríamos decir que estamos en presencia de alguien que tiene un panorama amplio,  firme de la narrativa de la Norpatagonia.
Vicente, buenas tardes, contános un poco en qué consistió el taller.

Vicente Battista: -Bueno, consistió en lo que todo taller. Con la ventaja, en este caso, de que ya nos conocíamos casi todos. Como bien dijiste, hace siete años nos encontramos por primera vez. Y fue la alegría, bueno, de todo reencuentro y de descubrir que se sigue trabajando con calidad, con profundidad, en base a los textos que hemos leído, que hemos cuestionado, criticado y elogiado como corresponde. Así que yo, en síntesis, me llevo una gran alegría, estoy muy contento de haber participado de todo esto y de haber puesto mi granito de arena para que este grupo siga funcionando con el empuje con el que lo está haciendo hasta ahora.

Diego Reis: -¿Y al respecto de la amplitud de los trabajos que se presentaron?

Vicente Battista: -Encontré, bueno, lo que regularmente se debería encontrar en todo grupo de escritores que producen su propia obra. Diferentes estilos, diferentes modos de narrar la historia, que en su totalidad complementan un modo de contar la historia, del Alto Valle, del país, o de Marte, si preferís, a su manera, cada cual a su manera, pero que, esa manera (y este es un dato para tener en cuenta) es muy de ahora y aquí. En todos los cuentos que hemos leído no encontramos ninguna prosa antigua, nada que nos evoque la literatura de finales del siglo diecinueve o principios del veinte, sino todo lo contrario. Es decir, la literatura de ahora y aquí se presenta, la escritura de ahora y aquí trasunta en cada uno de los cuentos que se leyeron, aunque esos cuentos tengan muy poca similitud unos con otros, ¿no?

Cecilia Fresco: -Cada vez que se menciona tu nombre, se afirma que sos el referente del policial en la Argentina, más allá de la Argentina también. Es ampliamente conocido por la gente tu lugar dentro del policial, ¿cuándo escribís estás muy atado a eso? ¿estás así como muy casado con el género o tenés la perspectiva de escribir otras cosas que no tengan que ver solamente con el policial?

Vicente Battista: -Gracias, es una pregunta interesante. Bueno, mi relación con lo policial es por los crímenes que he cometido, eso es todo (risas), pero en el campo de la literatura es cierto. Yo escribí algunas novelas policiales, es cierto, y me dieron el rótulo, lo que me incomoda porque, bueno, defiendo el policial, me parece una literatura muy digna y desde el momento que sigue vigente es porque es muy digna. Pero hace unos años, me dije “voy a escribir una novela que no sea policial”. ¿Para qué?: para ver si me saco de encima el rótulo de escritor policial. Y eso fue el inicio de una novela que terminó siendo “Gutiérrez a secas”, que es un texto no policial, que ha gustado mucho. A mí me gusta mucho la novela, si me apuran creo que es lo mejor que escribí. Bueno, que se ha traducido, que se ha editado en diferentes países, pero si escarbás un poquito descubrís que tiene algo de policial también. Y eso no lo descubrí yo: un joven crítico que hizo un largo trabajo, en una suerte de tesis sobre (decir “mi obra” suena un poco grandilocuente) todo lo que yo había escrito. Él llega a la conclusión de que en la literatura, mi literatura, siempre hay una persecución, siempre se va persiguiendo algo. Siempre los personajes o la historia va detrás de algo. Y yo no me había dado cuenta de eso, y tenía razón, porque en “El libro de todos los engaños”, que es mi primera novela, el personaje está buscando la cátedra. “Siroco” y “Sucesos argentinos” son novelas policiales, así que ya están rotuladas. “Gutiérrez a secas”, que es la novela que le sigue, bueno, aparentemente no es policial, pero sin embargo el personaje Gutiérrez se la pasa buscando el sitio donde están los correctores, es decir, ya hay una intriga policial. Las otras dos novelas, “Cuadernos del ausente” y “Ojos que no ven” son novelas de corte policial también. Bueno, entonces, si querés sí: el policial, está en todas mis novelas.

Carolina Biscayart: -Entre las cosas que hablábamos ayer, como para citar alguna de las cosas que se dijeron en el taller, habías mencionado que, cuando uno lee un texto bien logrado, secretamente trata de imitarlo. ¿Cuáles son ejemplos para vos de textos que te produjeron esa sensación?

Vicente Battista: -Bueno, vamos a ver, una vez a Hemingway le preguntaron si él era “hijo” de alguien en la literatura, y él dijo que sí, que no ser hijo de nadie era ser hijo de una prostituta directamente (Hemingway era muy mal hablado), que él por supuesto era hijo de alguien. Y, cuando vos (y ustedes lo saben tanto como yo), cuando vos estás leyendo, estás “robando” permanentemente, estás incorporando, y ya no importa si este escritor es mejor que aquél o peor. Toda lectura te va a aportar, para bien o para mal. Porque te vas a encontrar con novelas o cuentos, que estás leyendo y decís “Yo jamás voy a hacer esto, esto es horrible y qué se yo”. Y como contrapartida, te encontrás con que, bueno, estás leyendo algo que es tan bueno, que qué bueno sería saber incorporarlo a tu escritura. “Incorporarlo” que no es “copiarlo”. Yo tengo textos leídos que están muy bien, que son muy bellos y que podrían ser muy válidos si, por ejemplo, Borges no hubiese existido. Porque los leés y es como estar leyendo a Borges: Mirá, para eso, voy a Borges. En algún momento me hablaban de Isabel Allende. Yo, hace muchos años, viviendo en España, leí la primera novela de Isabel Allende, que era “La casa de los espíritus”. Y yo cuando terminé de leerla, me pareció bien, pero prefiero leer a García Márquez, porque estoy leyendo a alguien que está copiando a García Márquez. Copiando, directamente. Entonces no me interesa: no leo copias, leo originales. Ahora bien, si ese autor es lo suficientemente astuto para leer a García Márquez y, en base a esa lectura, hacer su propia escritura, entonces estamos en presencia de un escritor de verdad, o escritora en caso de que sea mujer. Yo creo que todo autor te nutre. Para hablar de un autor contemporáneo, un autor que a mí me gusta mucho leer, porque le encuentro cosas que me pueden servir, es Paul Auster. Paul Auster, para mí, es un autor que me incita a escribir, ¿te das cuenta? Y otros autores, no tanto. Pero, tengo preferidos, tengo autores que no van a morir nunca, que los tengo incluso colgados en la pared. Uno de ellos, creo que recién lo citamos (no ahora en el reportaje, sino en el taller) es Mark Twain. A me hubiese gustado ser Mark Twain. Yo leí “Tom Sawyer” y sobre todo “Huckleberry Finn”, hace ya sesenta años, o más, y sin embargo, a sesenta años de su lectura, sigo recordando y tengo presente, secuencias de una novela y de la otra. Después me enteré, por Hemingway, de que “Huckleberry Finn” era la novela fundadora de la novela norteamericana. Ah, bueno, entonces no estaba del todo equivocado: este hombre estaba fundando una gran literatura. Otro que me viene a la memoria es Jack London. A Jack London se lo tiene como al autor de los chicos, “Jerry de las islas” y que se yo. Pero Jack London es un autor inconmensurable, los cuentos y las noevlas de Jack London son de una crudeza, de una belleza maravillosa: “Martin Eden” es una novela formidable, donde está contando lo que va a pasar con su vida, su suicidio, porque él después se suicida y muy joven. Cuando uno descubre la edad que tenía Jack London, y todo lo que escribió y todo lo que le pasó, tenía treinta y nueve años cuando se mató. Son autores que, de pronto, por el afán de encasillarlos, se suele decir: “Estos son para los jóvenes”. No, mentira. Cuando te encontrás con novelas ejemplares, irrepetibles como “La isla del tesoro”, y te dicen “Ah no, es para chicos”. Bueno, no, leé “La isla del tesoro” y te vas a encontrar con una novela que es maravillosa, que está a la altura de las grandes novelas como puede ser “Moby Dick”, en el campo de la aventura, ¿no? Así que, ésos son autores a los que me gusta volver siempre.

Cristina Rafanelli: -¿Cómo percibís, cómo confrontás con una identidad patagónica, como la que tenemos todos los autores que vos estuviste leyendo y compartiendo este taller? ¿Cómo lo ves? Ya que quizá vos notás mucha más identidad patagónica de la que vemos nosotros.

Vicente Battista: -Yo lo veo muy marcado porque, por ejemplo, hemos tenido la experiencia acá, en un cuento que leímos, donde se daba una fecha, creo que era el estallido del volcán…

Todos: -El cuatro de junio.

Vicente Battista: -Eso, el cuatro de junio. Y yo, porteño, no tenía idea de lo que significaba el cuatro de junio. Para mí, el cuatro de junio es el día anterior al cinco y posterior al tres, nada más. Entonces me dijeron, m explicaron lo del volcán. Ahí te empezás a dar cuenta de que hay hechos, identidades, consecuencias, situaciones que se circunscriben a un sitio y a partir de todo eso se puede narrar una historia. A mí me parece, me llena de alegría porque la historia, digamos, la literatura patagónica (para llamarla de alguna manera) está muy olvidada allá, en Buenos Aires, en la Capital (donde atiende Dios). Me acuerdo que hace unos cuantos años fuí a Caleta Olivia, fuimos juntos Guillermo Saccomano y yo, y en un momento Guillermo me decía: “Mirá esta llanura infinita, este viento, me recuerda a ciertos lugares de Texas, y sin embargo los escritores norteamericanos produjeron más textos, más literatura sobre este tipo de paisaje que los escritores patagónicos”. Bárbaro, está bien, primero tengamos en cuenta que los norteamericanos son mucho más en número también, ¿no? Doscientos cincuenta millones sobre cuarenta, esa es la relación. Pero otra cosa sí es cierta: yo, la literatura patagónica que tenía leída era, por ejemplo, Belgrano Rawson, Sylvia Iparraguirre, Rodolfo Walsh (que sí era de Río Negro, pero yo lo tenía leído en Buenos Aires). Pero dejemos de lado a Rodolfo y vayamos a Sylvia y a Eduardo: una es de Junín y el otro de San Luis, ¿te das cuenta? No son de la Patagonia. Escribieron sobre la Patagonia, pero no sintieron la Patagonia. Entonces, cobra dimensión esa literatura que introducen ustedes, porque viven en la Patagonia, que sienten la Patagonia, porque cuando están hablando del volcán que estalló el cuatro de junio, no me están contando una historia que leyeron en el diario. Ustedes sufrieron las consecuencias de ese volcán. Entonces es diferente haber pasado por ese momento terrible, trágico, conmovedor, que me lo cuente un escritor (que puede ser un magnífico escritor, un gran escritor) que con esa historia que le han contado lograra conmover. De acuerdo, pero a mí me va a interesar mucho conocer la historia de quien vivió ese momento en carne propia. Si además de eso, es un escritor de talla, va a producir una literatura de primera magnitud y creo que ustedes (como hablábamos al principio) cada cual a su manera y con su estilo, lo va a lograr.

María inés Arce: -Yo quería preguntar algo parecido a lo que preguntó Cristina, y quería confirmar si, según tu óptica (porque acá hay mucho diversidad respecto esto) si hay realmente una literatura patagónica, o si hay una literatura del norte o de otras regiones, ¿existe el vivir, sentir y escribir de un modo regional, de un modo particular?

Vicente Battista: -Entiendo que sí. Lo que pasa es que yo no soy muy amigo de los rótulos pero, claro, hay una geografía y hay un modo de contar la historia a partir de tu propia consecuencia. Entonces, difícilmente, bueno, yo (y creo que a ustedes les pasa lo mismo) cuando estoy escribiendo en la Capital Federal, CABA o como le quieran decir ahora, no siento que tengo que dar testimonio de eso. No, naturalmente, yo vivo, en el 2015 en esta ciudad, con estas virtudes y estos defectos, eso es lo que me alimenta a mí y escribo, sin buscar poner rótulos y supongo que ustedes tendrán que hacer lo mismo. Y si no lo hacen, corren el peligro de convertir lo suyo en una literatura de folleto turístico, de tarjeta postal, ¿te das cuenta? Por eso me parece bien poner el cuatro de junio y no dar ninguna explicación. Una de las cosas que a mí me resultan desagradables es, por ejemplo, estar leyendo una novela y que me están contando el paisaje, para que me dé cuenta de que la novela sucede en Córdoba y me dicen: “Si usted no conoce Córdoba, las sierras son así y así”. Y a mí no me interesa eso, a mí me interesa lo que está pasando en la sierra. Si sos un escritor de Córdoba y tenés la sierra en tu interior, eso va a ir saliendo solo, desde la misma escritura va a ir saliendo. Y yo no encontré (y lo digo con alegría) en ninguno de los textos del taller, ninguna estructura de tarjeta postal. No me están vendiendo Villa La Angostura ni Bariloche ni nada. Me están hablando simplemente de cuestiones, de problemas que pasan en Villa La Angostura, en Bariloche, y que corresponden a ese paisaje, ¿te das cuenta? El paisaje ya está incorporado en el texto sin estar explicando.

Diego Reis: -Mañana vas a dar una charla en Bariloche (lunes 31 de Marzo) acerca del género policial, sobre la inquietante vigencia del género policial, ¿no?

Vicente Battista: -Sí, la charla de mañana es como cometer un crimen (risas). El género policial, para mí, es un género muy rico, muy joven además, si aceptamos (como acepto yo, por lo menos) que fue fundado por Edgar Allan Poe en 1842, un poco más, un poco menos, 1841, las fechas se me escapan. Bueno, es un género que ya tiene doscientos y pico de años.

Diego Reis: -Bueno, Walsh tiene un ensayo que se llama “Dos mil quinientos años de literatura policial”.

Vicente Battista: -Claro, bueno, con Walsh pasa algo muy curioso en relación a la literatura policial. Seguramente mañana hablaré de eso. Walsh empieza a escribir literatura policial a partir de la estructura de la “novela-enigma”, digamos, resolver el enigma. Y a poco de hacerlo, después de varios libros publicados y demás, muy interesado por la novela policial (porque incluso hizo antologías y demás, reniega del género policial), dice en un reportaje que está harto del género policial, basta, no quiere saber más nada, la deshecha. Y bueno, tiene sus razones: estaba escribiendo una literatura, un modo de escribir policial que se caía ya porque el modo “enigma” (aquélla que hizo célebre Agatha Christie y Conan Doyle, que fundara Poe) ya se había retroalimentado tanto que no tenía nuevas salidas posibles. Dashiell Hammett, en 1929, publica “Cosecha roja”, e inaugura un nuevo modo del policial, que se le da en llamar “policial negro” porque después, la Editorial Gallimard de Francia publica la llamada “Serie negra” y entonces quedó ese rótulo así. Y fijate vos que, en 1957, Rodolfo Walsh empieza a publicar, también por entregas, y después en libro, “Operación masacre”, donde funda lo que luego se dará en llamar “non-fiction”. Esto es, contar una historia verdadera, pero contarla con una estructura y sobre todo un lenguaje, una escritura que se emparenta inmediatamente con la “novela negra” fundada por Hammett: frases cortas, sin un enigma que resolver, sino que te estoy mostrando un crimen, cómo se desarrolla ese crimen y quiénes son los responsables directos de ese crimen. Cosa que no pasaba antes: antes se mostraba un crimen para ver quién lo había cometido, una vez que se había conocido al autor del hecho, bueno, ya la historia terminaba. Y acá nó: el hecho pasó por esto, por esto y por esto, no tiene importancia (digamos) quién lo cometió al crimen, sino el crimen en sí, en el momento que se dá y en la sociedad en la cual se cometió. Todo eso, si lo vemos con atención, lo encontramos en “Operación masacre”, tanto que “Operación masacre”, y esto no lo digo con desdén, se puede leer tranquilamente como un texto policial. No solamente por los crímenes (que fueron realmente crímenes, esos fusilamientos) que se cometieron en aquel momento, sino por la estructura, por el modo en el que está contada la historia. De pronto, un cuento fundador como “El matadero” tiene toda la estructura de un policial, casi me atrevo a decir, un policial negro, porque todo lo que está pasando ahí (ese matadero, la sangre que corre, la violación del unitario por parte de los federales) todo eso tiene que ver con la literatura más violenta del policial negro, ¿no?

Santiago Rey: -Yo quería preguntarle, en el caso de Walsh (o después también en el caso Satanowsky), cómo jugaba el hecho del límite entre la fascinación por contar un hecho, entre comillas delictivo, pero también la faceta política que tenía en esa situación. Porque cuando empieza con “Operación masacre”, él venía de escribir, no hace demasiado tiempo una suerte de panegírico a favor de quienes bombardearon la Plaza de Mayo, y “Operación masacre” va acompañando su conversión política. Entonces, ¿cómo juega en la elección del tema, por un lado el hecho de escribir y su tradición de novela policial y su propia estructura de conversión política.

Vicente Battista: -Bueno, fijate vos que con lo que acabás de decir, de alguna manera, cerramos (cerrás) lo que dije antes yo, que efectivamente la transformación de Walsh se registra en todos y cada uno de esos hechos. Es decir, abandona su “gorilismo”, su condición de irlandés de misa de los domingos y su visión burguesa de esa sociedad (y con esto no quiero decir que el género del enigma sea un género burgués, porque sería ridículo decir eso), abandona ese género para irse a un género, digamos, bizarro, violento, un género mal visto, que se emparenta (desde una determinada perspectiva) con el peronismo. Él se mete con todo ahí, y empieza a contar nuevas historias desde otro ángulo. Y bueno, lamentablemente, ya sabemos cómo terminó Rodolfo Walsh: aquél señorito que en aquél momento estaba en La Plata, que mientras pasaban los golpes él se preocupaba por un problema de ajedrez, termina, bueno, asesinado en una casa en Buenos Aires.

Diego Reis: -Bueno, Vicente, muchas gracias por tu visita y esperamos volver a tenerte pronto por acá, en la Cordillera.

Vicente Battista: -Pero cómo nó, fue un placer. Cuando me inviten, yo estoy acá.


Vicente Battista  es un escritor y guionista argentino. Nació en 1940 en Barracas (Buenos Aires). Entre 1963 y 1969 integró la redacción de la revista literaria El escarabajo de oro y, en 1971, fundó con Mario Goloboff y codirigió la revista de ficción y pensamiento crítico “Nuevos Aires”. Publicó seis libros de cuentos y seis novelas. Estrenó una pieza teatral. Diversas antologías de América y Europa, así como diferentes sitios de Internet, han recogido algunos de sus cuentos. En 1973 se trasladó a España, y vivió en Barcelona y Canarias hasta 1984. Actualmente vive en Buenos Aires. En la actualidad tiene una columna semanal titulada "Escritores y escrituras" en el Suplemento Literario de la Agencia nacional de Noticias Télam. En 1995 recibió el Premio Planeta por un jurado integrado por Abelardo Castillo, Antonio Dal Masetto, José Pablo Feinmann y Juan Forn.

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL CADÁVER EXQUISITO DE ALLAN VERSE – IN MEMORIAN / Por Vivi Núñez

  Advertencia: todo lo abajo escrito es la verdad, parece... *** Así como hay quienes gustan de embarrarse, putearse, lesionarse corriendo tras una pelota, quienes atraviesan arroyos helados, sotobosque, cumbres, exponiéndose a fracturas, calambres y deshidratación para llegar a una meta, o quienes se sientan durante horas esperando que su oponente haga un movimiento, también existe por el amor al lápiz deslizándose sobre la hoja o el teclado marcándola, creando historias, contando, diciendo, un grupo literario en Villa La Angostura. Definir a Allan Verse es tan improbable como inútil. No puede decirse por ejemplo que se trata de un conjunto estable de participantes. Desde su origen incierto, por cierto, no ha sido otra cosa que un receptáculo de des-miembros aleatorios, ambulantes, inestables. Un cuerpo desmembrado. Ovillos de tendones, arterias, nervios. Se ha dicho ya que su nombre goza de ninguna inscripción en actas bautismales. Lo que deja su identidad gráfica a merced de c

El Día que Allan Verse se Subió a un Caballo (Escena 6)

Para cuando las ratas subieron al bote, el joven Allan estaba inconciente con media cara hundida en el agua arcillosa que juntaba el interior, eran tres los roedores, uno encaró la oreja izquierda del joven talento, por donde supieron entrar las mas complejas sinfonías de la época, que muy hábil supo descomponer en composiciones propias y las adulaciones más salvajes de inalcanzables doncellas, otra le hociqueó la cara y mordisqueó un pedazo de carne de un pómulo (se dice roer en verdad por eso son roedores), la tercera rata era la más curiosa, lo primero que hizo fue refregar el hocico bigotudo contra el miembro viril sobre la tela fina del traje que aun conservaba, porque esa noche Allan tuvo concierto, después de un movimiento fugaz se acercó a la boca y le mordió el labio, y la sangre que brotó pareció espantarla, una de las manos del joven escritor y compositor fue el destino final de la rata, quién diría que el triste deceso de su historia fuera ignorado por esa mano que dio vid

El Día que Allan Verse se Subió a un Caballo (Escena 11)

Era un fatigado día de otoño, — ¡dije “otoño” y no están llorando! de esos en que el viento corre sin pausa y se lleva las palabras al galope. Imágenes, protuberancias del lenguaje para anticipar      paisaje                                                                                                 y clima inciertos.   Desde tempranito la multitud aclamaba el nombre de Allan, casi poeta (y casi todo) que había logrado conmover a las multitudes soltando sus textos en los bancos de esa misma plaza, en la que ahora era llevado a morir. “Si vivir es parpadear entre abismos, como creo, entonces mi condena hoy puede ser mi gloria cuando me duerma” y “cómo pesan las penas”, pensaba Allan, con la bola de acero en las manos y un aire más bien tristón.   En el centro de la escena estaba sin embargo el prócer, esculpido, montado a su corcel. "Estaba" -digo- porque, como a Allan, ya le quedaba poco. De pronto se oyeron c