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El Día que Allan Verse se Subió a un Caballo (Escena 6)


Para cuando las ratas subieron al bote, el joven Allan estaba inconciente con media cara hundida en el agua arcillosa que juntaba el interior, eran tres los roedores, uno encaró la oreja izquierda del joven talento, por donde supieron entrar las mas complejas sinfonías de la época, que muy hábil supo descomponer en composiciones propias y las adulaciones más salvajes de inalcanzables doncellas, otra le hociqueó la cara y mordisqueó un pedazo de carne de un pómulo (se dice roer en verdad por eso son roedores), la tercera rata era la más curiosa, lo primero que hizo fue refregar el hocico bigotudo contra el miembro viril sobre la tela fina del traje que aun conservaba, porque esa noche Allan tuvo concierto, después de un movimiento fugaz se acercó a la boca y le mordió el labio, y la sangre que brotó pareció espantarla, una de las manos del joven escritor y compositor fue el destino final de la rata, quién diría que el triste deceso de su historia fuera ignorado por esa mano que dio vida a célebres personajes de la literatura universal, pero entonces la rata dejó de roer, casi cuando el hueso del índice estaba apareciendo, el roedor estiró el cuello y se puso en alerta y estiró todo su cuerpo para contemplar el mar que resplandecía en la noche por las llamas saturadas que consumían el imponente navío, y entonces emergió como un dios una cabeza piramidal con enormes ojos nerviosos, emergió del mar un caballo de crines multicolores quien fuera el animal que utilizó el joven Allan en este su último concierto a bordo de un barco titulado "Equina sicodelia".

Texto: Facundo Bocanegra

Ilustración: “A la deriva (Tiburones), de Winslow Homer



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