Edgar Allan Verse fue un escritor, poeta, crítico, periodista y actor, oriundo del partido de
Vicente López, aunque residió la mitad de su vida en la ciudad de Villa La
Angostura. Generalmente, su nombre es reconocido como el de uno de los maestros
universales de la improvisación, del cual fue uno de los primeros practicantes.
Considerado prácticamente el inventor del relato improvisado, contribuyó
asimismo con varias obras al género emergente de la ciencia-ficción. Por otra parte, fue el primer escritor de Vicente
López de cierto renombre que intentó hacer del arte su modus vivendi, lo
que tuvo para él lamentables consecuencias.
Fue bautizado como Edgar Verse en el Registro Civil del
partido de Vicente López y sus padres murieron cuando era niño. Fue recogido
por un matrimonio adinerado, Francisca y Juan Allan, de quienes tomó el
apellido, aunque nunca fue adoptado oficialmente. Pasó un curso académico en la
Universidad de Buenos Aires y posteriormente se probó, también por breve
tiempo, en las inferiores de Atlanta como centrojás. Sus relaciones con los Allan
se rompieron en esa época, debido a las continuas desavenencias con su
padrastro, encarnizado hincha de Chacarita, quien a menudo desoyó sus
peticiones de ayuda y acabó desheredándolo.
Su carrera literaria se iniciaría con un libro de poemas, “Odas, églogas y triunfos improvisados”.
No hay ejemplares de esta obra, la cual tampoco se encuentra asentada en el
Registro de la Propiedad Intelectual, pero consta que esos poemas causaron un
verdadero revuelo en los círculos literarios rioplatenses, debido a la destreza
con la cual el neófito poeta dominaba ritmos y técnicas nunca antes vistas
(después tampoco). A ese volumen pertenecería el poema que lo haría eternamente
célebre, “El zorzal criollo”, que
inmediatamente voló de boca en boca, de peña en peña.
Por motivos económicos, pronto dirigió sus esfuerzos a la
prosa, escribiendo relatos y crítica literaria para algunos periódicos. Llegó a
adquirir cierta notoriedad por su estilo cáustico y elegante, aunque
improvisado. Dictó clases de pintura, literatura, actuación, escultura y canto.
Debido a su trabajo, vivió alternativamente en Vicente López y en Villa La
Angostura, donde habría comprado un terreno con una cabaña miserable, en las
cercanías del cerro Belvedere. El gran sueño del artista fue siempre editar su
propio periódico y/o fundar su propia compañía de teatro, que iban a llamarse
(ambas o cualquiera de las dos) “La
Improvisación”. Tan sólo el del periódico se cumplió, aunque a medias.
La figura del artista, tanto como su obra, marcó
profundamente la literatura del mundo, de su país (o por lo menos, de Vicente
López y Villa La Angostura). Sintió la poderosa influencia de la
literatura simbolista francesa y, a través de ésta, del surrealismo y del dadaísmo. Pero su impronta llegaría mucho más lejos.
Según sus propios dichos, Dadá y sus seguidores, se habían quedado apenas “en los arrabales de la improvisación”.
Son deudores suyos toda la literatura improvisada
(profesional o nó), la ya proverbial “Liga
Internacional del Teatro de la Improvisación”, los adeptos y cultores del
arte efímero en todas sus ramas y acepciones. No existe antología de la poesía
improvisada que no cuente con el nombre y la obra de Edgar Allan Verse entre
sus páginas. No existe,
fundamentalmente, porque todos los proyectos de antologar este género ha
quedado sólo en eso: en la etapa de proyecto.
Edgar Allan Verse hizo incursiones asimismo en campos tan
heterogéneos como la cosmología, la criptografía y el mesmerismo. Su trabajo ha sido asimilado por la cultura popular a
través de la literatura, la música, tanto moderna como clásica, el cine , el cómic, la pintura y la televisión. Lamentablemente, el carácter inherente del arte “improvisado” ha hecho que esta
asimilación haya sido absoluta, tanto así que ha borrado hasta su nombre de la
obra realizada. Característica determinada y subrayada por el hecho de la
ausencia de originales y copias de la obra de Edgar Allan Verse.
Por ello, de su obra ha quedado solamente el recuerdo, las
citas y el fruto de sus influencias, las obras de sus admiradores, puntualmente
reseñadas por sus múltiples (y a veces contradictorios) biógrafos.
Dos obras, de discutida y dudosa veracidad, han sobrevivido a
las garras del olvido que parece haberse ensañado con el trabajo de Edgar Allan
Verse. Una, el manual “Stándar de
improvisación”, en el cual se enumeran casi religiosamente las pautas que
debe seguir un verdadero artista improvisado. Dos, el célebre texto
autobiográfico y de tono confesional llamado “El corazón del actor”, donde el versátil creador reconoce que es
allí en la actuación donde el alma del artista improvisado encuentra el terreno
óptimo para desarrollar su arte.
De su desaparición física, sólo existen leyendas. Hay quienes
dicen que murió en el destierro, olvidado, incomprendido o sencillamente
desconocido. La causa exacta de su supuesta muerte nunca fue aclarada: se
atribuyó al alcohol, a congestión cerebral, cólera, drogas, fallo
cardíaco, rabia, suicidio, tuberculosis, una pelea improvisada y un sinfín de causas diversas.
Siguiendo un expreso pedido suyo (anterior), se
quemaron todas sus fotografías.
Según consta en la “Enciclopedia Biográfica, Histórica y
Geográfica Angosturense”: “Su agudo y
sólido juicio como comentarista de la literatura, el teatro, el fútbol y la
vida cotidiana contemporánea, la virtud y el idealismo de su poesía, la fuerza
dramática de sus obras, dotes que se le reconocieron ya en vida, le aseguran un
puesto destacado entre los hombres de letras más universalmente reconocidos del
Partido de Vicente López y la ciudad de Villa La Angostura”.
En una de sus cartas (dicen) dejó escrito: “Mi vida ha sido capricho, impulso, pasión,
anhelo de la soledad, mofa de las cosas de este mundo. Un honesto deseo de
olvidar el pasado y de prescindir del futuro: de improvisar, de vivir en el
precioso encierro eterno del instante”.
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