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Edgar Allan Verse: El corazón del actor

Edgar Allan Verse (Paysandú, Uruguay, 19 de enero de 1922 -Londres, Argentina, 7 de octubre de 1979) fue un escritor, poeta, crítico, periodista y actor de nacionalidad uruguayo, aunque residió casi toda su vida en la República Argentina. Generalmente reconocido como uno de los maestros universales de la improvisación, del cual fue uno de los primeros practicantes. Considerado prácticamente el inventor del relato improvisado, contribuyó asimismo con varias obras al género emergente de la ciencia-ficción. Por otra parte, fue el primer escritor sanducero de renombre que intentó hacer del arte su modus vivendi, lo que tuvo para él lamentables consecuencias. Fue bautizado como Edgar Verse en el departamento de Paysandú (República Oriental del Uruguay) y sus padres murieron cuando era niño. Fue recogido por un matrimonio adinerado, Francisca y Juan Allan, de quienes tomó el apellido, aunque nunca fue adoptado oficialmente. Pasó un curso académico en la Universidad de la República y posteriormente se probó, también por breve tiempo, en las inferiores de Peñarol como centrojás. Sus relaciones con los Allan se rompieron en esa época, debido a las continuas desavenencias con su padrastro, quien a menudo desoyó sus peticiones de ayuda y acabó desheredándolo. Su carrera literaria se iniciaría con un libro de poemas, “Odas, églogas y triunfos improvisados” (1940). No hay ejemplares de esta obra, la cual tampoco se encuentra asentada en el Registro de la Propiedad Intelectual, pero consta que esos poemas causaron un verdadero revuelo en los círculos literarios rioplatenses, debido a la destreza con la cual el neófito poeta dominaba ritmos y técnicas nunca antes vistas (después tampoco). A ese volumen pertenecería el poema que lo haría eternamente célebre: “El hornero”. Por motivos económicos, pronto dirigió sus esfuerzos a la prosa, escribiendo relatos y crítica literaria para algunos periódicos. Llegó a adquirir cierta notoriedad por su estilo cáustico y elegante, aunque improvisado. Dictó clases de pintura, literatura, actuación, escultura y canto. Debido a su trabajo, vivió en varias ciudades: Montevideo, Buenos Aires, San Carlos de Bariloche, Villa La Angostura, Rosario y Londres. En Rosario, en 1948, contrajo matrimonio con su prima Morenita Clemm, que contaba a la sazón trece años de edad, la cual murió de tuberculosis dos años más tarde. El gran sueño del artista fue siempre editar su propio periódico y/o fundar su propia compañía de teatro, que iban a llamarse (ambas o cualquiera de las dos) “La Improvisación”. Nunca se cumplió. La figura del artista, tanto como su obra, marcó profundamente la literatura del mundo, de su país (o por lo menos, del departamento de Paysandú). Sintió la poderosa influencia de la literatura simbolista francesa y, a través de ésta, del surrealismo y del dadaísmo. Pero su impronta llegaría mucho más lejos. Según sus propios dichos, Dadá y sus seguidores, se habían quedado apenas “en los arrabales de la improvisación”. Son deudores suyos toda la literatura improvisada (profesional o nó), la ya proverbial “Liga Internacional del Teatro de la Improvisación”, los adeptos y cultores del arte efímero en todas sus ramas y acepciones. No existe antología de la poesía improvisada que no cuente con el nombre y la obra de Edgar Allan Verse entre sus páginas. No existe, fundamentalmente, porque todos los proyectos de antologar este género ha quedado sólo en eso: en la etapa de proyecto. Edgar Allan Verse hizo incursiones asimismo en campos tan heterogéneos como la cosmología, la criptografía y el mesmerismo. Su trabajo ha sido asimilado por la cultura popular a través de la literatura, la música, tanto moderna como clásica, el cine , el cómic, la pintura y la televisión. Lamentablemente, el carácter inherente del arte “improvisado” ha hecho que esta asimilación haya sido absoluta, tanto así que ha borrado su nombre de la obra realizada. Característica determinada y subrayada por el hecho de la ausencia de originales y copias de la obra de Edgar Allan Verse. Por ello, de su obra ha quedado solamente el recuerdo, las citas y el fruto de sus influencias, las obras de sus admiradores, puntualmente reseñadas por sus múltiples (y a veces contradictorios) biógrafos. Dos obras, de discutida y dudosa veracidad, han sobrevivido a las garras del olvido que parece haberse ensañado con el trabajo de Edgar Allan Verse. Una, el manual “Stándar de improvisación”, en el cual se enumeran casi religiosamente las pautas que debe seguir un verdadero artista improvisado. Dos, el célebre texto autobiográfico y de tono confesional llamado “El corazón del actor”, donde el versátil sanducero reconoce que es allí en la actuación donde el alma del artista improvisado encuentra el terreno óptimo para desarrollar su arte. Murió el 7 de octubre de 1979, en la ciudad de Londres, en la Catamarca Argentina, cuando contaba apenas cincuenta y siete años de edad. La causa exacta de su muerte nunca fue aclarada. Se atribuyó al alcohol, a congestión cerebral, cólera, drogas, fallo cardíaco, rabia, suicidio, tuberculosis, una pelea improvisada y un sinfín de causas diversas. Siguiendo un expreso pedido suyo (anterior), se quemaron todas sus fotografías. Según la Enciclopedia Británica Sanducera: “Su agudo y sólido juicio como comentarista de la literatura, el teatro, el fútbol y la vida cotidiana contemporánea, la virtud y el idealismo de su poesía, la fuerza dramática de sus obras, dotes que se le reconocieron ya en vida, le aseguran un puesto destacado entre los hombres de letras más universalmente reconocidos del departamento de Paysandú”. En una de sus cartas (dicen) dejó escrito: “Mi vida ha sido capricho, impulso, pasión, anhelo de la soledad, mofa de las cosas de este mundo. Un honesto deseo de olvidar el futuro, de improvisar, de vivir en el precioso encierro eterno del instante”. Diego Reis, Villa La Angostura, 24 de Agosto de 2012

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